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La España del Coronavirus y la que puede venir

Año 2020 en plena crisis socio-sanitaria provocada por el, tan conocido ya, COVID-19. El gobierno decide empezar a tomar medidas de regularización y agilizar los trámites, con meses de retraso en su resolución, para facilitar la entrega de permisos de trabajo en estos días.  Pero remontémonos a un tiempo atrás. Las políticas de regularización de personas migrantes en España no resultan, precisamente, facilitadoras ni promueven una regularización en un periodo de corto plazo de las personas llegadas a este país.

El proceso y los trámites para comenzar esta solicitud son lentos, complicados y nada flexibles. Si a esto le sumamos las dificultades añadidas, como pueden ser el choque cultural por el cambio de contexto, las barreras de idioma y otras problemáticas adscritas al proceso migratorio, nos encontramos con un país en el que conseguir una estabilidad legal resulta, cuanto menos, complicado. Incluso tras haber superado este proceso, mantener este permiso conseguido puede resultar una tarea muy compleja. En otros casos, se puede llegar a sufrir una expulsión y poner así punto final a este trámite.

Además de los obstáculos legales que sufre una persona en trámites de regularización, nos encontramos con otros problemas como la insuficiencia de recursos de asesoramiento y apoyo social asegurado durante este proceso y el limitado alcance que tienen en la población migrante los recursos existentes. A estas cuestiones se suma que el proceso tampoco se ve facilitado por la acogida general a nivel social de la población y el desconocimiento de esta sobre cuestiones migratorias. Por todo ello, nos encontramos con un panorama poco esperanzador durante el proceso de regularización de una persona migrante.

Si hacemos un breve recorrido por los años anteriores en materia de extranjería en España y, por un momento, abrimos la mente más allá de nuestro foco principal actual, el COVID-19, trataremos de entender cómo es la dinámica española en relación a las personas migrantes. De esta forma veremos cómo todos esos valores tan sonados en estos días: la solidaridad, la unión humana o el respeto pueden verse atacados y desplazados por los principios opuestos que hemos ido desarrollando durante décadas mediante nuestra participación en este sistema capitalista basado en el individualismo.

Para llegar a la primera Ley de Extranjería de España considerada como tal tenemos que remontarnos al año 1985, cuando España entra en la Comunidad Económica Europea (de aquí en adelante CEE). España empieza a tratar de frenar los flujos migratorios que se esperan con su reciente entrada en la CEE y expulsar a aquellas personas consideradas “no comunitarias”. Es en este momento cuando aparecen términos para entonces tan desconocidos como peligrosos, como “expulsión, entrada y devolución”, como base de esta norma. También entra en juego algo que todavía hoy, 35 años después, seguimos rechazando y criminalizando por la vulneración de Derechos Humanos que provoca: los Centros de Internamiento de Extranjeros (CIEs).

Aunque han pasado 35 años desde esta primera Ley, son muchas las coincidencias con la situación actual de la legislación en materia de extranjería. Nos encontramos ante una ley restrictiva, donde podemos leer artículos hoy en día vigentes como “Titulo.III, Art.17. La concesión del permiso de trabajo quedará condicionada, en el caso de trabajadores por cuenta ajena, a que el solicitante presente contrato de trabajo por escrito o justifique documentalmente el compromiso formal de colocación por parte de la empresa que pretenda emplearlo.” o “cap. II art. 13. 4. Sólo se considerarán extranjeros residentes las personas amparadas por un permiso de residencia.”

Tras detectarse la necesidad de modificar esta ley debido a los cambios en la situación del país y los flujos migratorios aparece la Ley de Extranjería, Ley Orgánica 4/2000, de 11 de enero, con sus posteriores modificaciones. Aunque en esta ley se añaden numerosas cuestiones que anteriormente parecían no tratarse, se sigue sin llevar a cabo una cobertura real de las necesidades de las personas migrantes y se cae, en repetidas ocasiones, en contradicciones legislativas. Por ejemplo, ese es el caso del derecho a la sanidad. En esta ley se considera que todos los extranjeros residentes tienen derecho al acceso a la seguridad social, pudiendo quedar una parte de las personas migrantes fuera de esta cobertura a pesar de que la salud es un derecho contemplado en la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Otra cuestión relevante relacionada con la salud es la exigencia de la contratación de un seguro privado, aun siendo incompatible con la sanidad pública, para iniciar un trámite de regularización, fomentando así la privatización y lucrándose de este proceso.

A nivel social, tanto la aplicación de esta Ley como la anterior no produjeron una mayor protección de las personas migrantes, sino todo lo contrario. El simple hecho de que desde el 1985, que aparecen estos centros de internamiento, no existe forma de regularlos hasta el año 2014 demuestra un total abandono institucional a la población migrante. A día de hoy, aun con el reglamento de funcionamiento y régimen de los CIEs del 15 de marzo de 2014, se siguen vulnerando los Derechos Humanos de las personas internas en estos centros. Aunque desde un principio se aseguró que estos CIEs no tienen un carácter penitenciario, las condiciones de estos son totalmente privativas de libertad, así como denigrantes. Son muchos acontecimientos los que así lo demuestran, sumados a los propios testimonios de las personas que pasaron por estos centros.

Además de la existencia de CIEs, desde el punto de partida que hemos señalado (1985), encontramos unos años marcados por la xenofobia, tanto a nivel social como institucional y político. Según podemos comprobar han tenido lugar persecuciones policiales racistas, se ha promovido desde los Gobiernos de estos años vuelos de deportaciones, se han sufrido devoluciones en caliente a pesar de suponer claramente una violación de los Derechos Humanos, se han divulgado bulos que afectan directamente a la población migrante sin hacer un gran esfuerzo por frenarlos, sino fomentando el rechazo… y un largo etcétera de sucesos xenófobos. Trabas y más trabas a la población migrante. Pero hoy, una vez más, la cara más hipócrita de España sale a relucir.

Actualmente, con la gran mayoría de la población confinada en sus casas, España necesita el apoyo de las personas migrantes. España necesita el apoyo de aquellas personas que han sufrido y sufren las medidas restrictivas, el rechazo social y, en definitiva, cualquier tipo de violencia tanto física, psicológica, policial o institucional. Y, el problema principal, es que esto ocurre en un marco “idílico” de sociedad perfecta, dotada de valores y solidaridad. No faltan las banderas españolas en los balcones ni los halagos a la población por el apoyo y el respeto. No paramos de escuchar frases como “todxs a una”, “todo saldrá bien”, “estamos juntxs en esto”, etc. Pero, ¿de verdad vamos todas las personas a una?, ¿de verdad estamos todas juntas en esto?, ¿dónde están los apoyos para frenar los abusos a la población de la que hoy depende el futuro de España? En estos 35 años que contextualizamos desde el principio, son muchas las ocasiones en las que la unidad del pueblo español hubiese sido decisiva para frenar alguna de tantas injusticias sociales que han ocurrido, sin embargo, no parecía afectar a todas las personas por igual ¿Quién iba a pensar que quizá llegaría el momento en que nuestro futuro dependiese de ellas?

En el mes de febrero de este año, en la Gran Sala del Tribunal Europeo de Derechos Humanos, se avalaban las devoluciones en caliente que España había llevado a cabo en Melilla, anteriormente condenadas por el mismo tribunal.  También en febrero se anunciaba la preparación de una nueva versión donde se endurece la Ley de Asilo y Refugio añadiendo medias más restrictivas, al parecer, para adecuarse a la normativa europea. Pero hoy se buscan personas que apoyen en esta situación de crisis. España tiene graves problemas a nivel socio-económico que ahora busca suplir con la regularización de personas migrantes.

Esta ha sido la más clara forma de demostrar el funcionamiento de la sociedad en este país, o quizá me atrevería a decir en esta nuestra UE. Al mismo tiempo ha sido la mejor forma de desmontar el sistema en el que la población estamos inmersa. Este sistema, que se encarga de que aprendamos a “mirar nuestro ombligo” y cerrar los ojos a todo lo demás, se desmonta cuando todos los ombligos pueden verse afectados. Pero, ¿qué pasaría si hubiese un remedio contra este virus al que una minoría de la población tuviese acceso?, ¿sería tanta la implicación de la población o, una vez más, volveríamos a ese individualismo y pisaríamos a quien fuese necesario para conseguir ese remedio?

Nos encontramos en un punto clave de reflexión, donde podemos decidir si continuar  promoviendo el sistema del que hasta ahora hemos sido partícipes o tratar de cambiar, paulatinamente, hacia un modelo más ético y funcional; un modelo basado en el tejido social y la diversidad, que nos permita desarrollarnos como los seres sociales que somos y poner en duda las relaciones de poder, el individualismo y la hegemonía económica. Esto no significa dejar de lado los intereses particulares, pero sí significa apostar por un modelo comunitario que permita construir objetivos comunes visibles a la población total. Hacer de las cuestiones sociales, tanto individuales como colectivas, un espacio de participación implica una visibilización de tales cuestiones y la creación de objetivos comunes. Esta es, sin duda, una gran oportunidad para desarrollar el modelo comunitario en nuestra sociedad y promover así la participación ciudadana, la democracia y la justicia social.

Refugiadxs y desplazadxs climáticxs: una nueva realidad.

Teitiota, un hombre nacido en Kiribati, solicitó asilo en Nueva Zelanda en 2015, pero el Estado denegó su petición y le deportó a su país de origen. Teitiota argumentó que el cambio climático estaba afectando enormemente a la habitabilidad de Kiribati, y que en aquellos momentos, se estaban dando disputas por las pocas tierras que no han sufrido la gravísima degradación ambiental y la subida del nivel del mar.

El caso de Ioane Teitiota es uno de tantxs que se ven obligadxs a dejar su hogar atrás por la emergencia climática a la que nos enfrentamos actualmente.

Según datos de ACNUR, los riesgos de desplazamiento por desastres naturales se han duplicado desde 1970. Por otro lado, el Centro de Monitoreo de Desplazamientos Internos registró 2018 un total de 17 millones de nuevos desplazamientos relacionados con desastres naturales y el cambio climático. Aunque el término «refugiado climático» no está contemplado en la normativa referida al asilo internacional, la realidad es otra: muchas personas se ven obligadas a migrar forzadamente a consecuencia de la inhabitabilidad de sus territorios. Esta nueva realidad exige modificar la normativa y crear un marco legal que ampare a estas personas y las proteja.

El Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente establece algunas zonas como especialmente vulnerables a la subida del nivel del mar e inundaciones, entre las que se encuentran Haití y las Islas del Caribe, el noroeste de México, Madagascar, las islas de la Polinesia y el Sudeste asiático; este Programa considera que «las migraciones climáticas afectarán sobre todo a los países en desarrollo, donde los impactos de los cambios del clima se agregan a la pobreza y los conflictos armados».

A raíz del caso de Teitiota, el Comité de Derechos Humanos de la ONU considera conceder el estatus de refugiadx a las personas que vean amenazados sus derechos fundamentales a causa de los efectos del cambio climático. Aunque esto es un paso más hacia la protección de las personas que sufren las consecuencias de la emergencia climática, aún es necesario delimitar legalmente la situación de estas personas y establecer medidas concretas para garantizar el cumplimiento de los Derechos Humanos en estos contextos de desastre ambiental.

Contra las violencias machistas, 25N

Hoy, al igual que cada año, el mundo se llena de morado. Hoy es el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer y, como el resto del año, desde Entre Sures condenamos las múltiples violencias machistas que sufren y sufrimos las mujeres de todo el mundo.

Según datos de la ONU, una de cada tres mujeres en todo el mundo ha sufrido violencia física o sexual; casi 750 millones de mujeres y niñas se han casado antes de los 18 años; el 71% de las víctimas de trata de personas son mujeres y niñas; una de cada dos mujeres asesinadas en 2017 fue por su compañero o pareja sentimental. Según Feminicidio.net, en 2018 se registraron 98 feminicidios y asesinatos de mujeres en España, y en lo que llevamos de 2019, se han registrado 93. Estas cifras no son sólo números: son personas que han visto vulnerados sus derechos humanos por el hecho de ser mujeres.

Y es que hoy, como el resto del año, debemos exigir y exigimos actuaciones específicas que erradiquen todas las violencias contra las mujeres: física, sexual, psicológica, simbólica, económica, laboral, institucional… La consecución de un verdadero desarrollo en el mundo pasa necesariamente por aplicar un enfoque feminista, que no permita la discriminación ni la violencia hacia las mujeres en ninguna de sus formas.

Las violencias hacia las mujeres son producto de un sistema estructural que impregna a toda la sociedad, y que se da en todo el mundo: el sistema heteropatriarcal, por el cual el género masculino y la orientación heterosexual conforman una serie de discriminaciones específicas hacia las mujeres y el colectivo LGTBI+.

Nuestros esfuerzos desde las organizaciones y movimientos sociales deben ir encaminados a luchar contra este sistema que oprime y convierte en vulnerables a todas las mujeres del mundo, en diversas formas y con discriminaciones específicas en función de su etnia, procedencia, edad, capacidades físicas y psicológicas, etc.

Hoy, al igual que el resto del año, exigimos y luchamos por un mundo libre de violencias machistas.

Taller formativo: personas refugiadas

El pasado sábado 3 de febrero celebramos nuestro primer taller formativo sobre personas refugiadas. En el espacio cedido por la ONGD Setem Andalucía (C/ Palencia nº33) disfrutamos de una sesión reflexiva y de debate sobre la situación actual de las personas refugiadas en España. Combinando contenidos teóricos con dinámicas prácticas, fuimos abordando distintos los distintos aspectos que afectan a las personas refugiadas. La organización del taller se llevó a cabo del siguiente modo:

Mañana:
10:00 – 11:00 Presentación de la asociación y de los asistentes
11:00 – 12:00 Conceptualización básica y contextualización
12:00 – 12:30 Descanso
12:30 – 13:00 Aproximación a cuestiones legislativas
13:00 – 14:30 Aspectos psicológicos de la intervención con personas refugiadas
14:30 – 16:00 Descanso para comer

Tarde:
16:00 – 17:00 Diversidad de orígenes de las personas refugiadas
17:00 – 18:00 Personas refugiadas y medios de comunicación
18:00 – 18:30 Descanso
18:30 – 19:00 Vídeo-forum
19:00 – 20:00 Dinámicas de evaluación